Sanar

Las cicatrices

Normalmente la gente piensa que las cicatrices son algo que se “ve feo”. Simplemente una marca que rompe con esa estética de la perfección, tan falsa, tan violenta que han construido para nosotras.Por supuesto que hay cicatrices y cicatrices. Existe la tenue marca de piel más clara o más oscura de aquél raspón de la caída cuando éramos niñas. O la línea de aquella cortada que nos hicimos en la adolescencia. Esos huequitos que deja el acné que nos preocupan tanto después de la adolescencia. Incluso las cicatrices quirúrgicas, que son más profundas, quizá más grandes y más visibles. Entonces, cuando una habla de las cicatrices, o habla de las varias cirugías de cicatrices que tiene que atravesar, se cree que es como cuando una quiere ponerse cremas para desvanecer las marcas que deja el acné. Pero, les contaré un poco sobre el órgano más grande del cuerpo y uno de los más importantes, sin el cual no podríamos vivir. Seguro piensan en el corazón, los pulmones, quizá hasta el intestino, el hígado, o los riñones. Pero hablo de la piel. La piel es un órgano sin el cual no podríamos vivir. Es más, si falta un fragmento de él, tampoco podemos vivir. La piel, en sus tres partes, sirve para protegernos de cualquier agente externo dañino: virus, bacterias, hongos, sustancias químicas y los rayos UV que son muy dañinos para nuestro ADN. También es nuestro impermeable natural, nos protege de golpes y lesiones. Sin ella no podríamos regular nuestra temperatura corporal, nuestro metabolismo, no podríamos sintetizar la vitamina D que es vital, y tampoco podríamos sentir. Recubre todos nuestros órganos internos, músculos, esqueleto, todo. Sostiene y da forma a nuestro cuerpo. Entre las tres capas de nuestra piel se encuentran las terminaciones nerviosas que nos permiten sentir, glándulas sudoríparas que nos permiten regular nuestra temperatura, glándulas sebáceas que mantiene la piel suave y es una barrera contra sustancias externas, los folículos pilosos que también regulan la temperatura y contienen células madre que renuevan la piel dañada, y vasos sanguíneos. Luego les contaré sobre la hipodermis, tejido subcutáneo o grasa, que protege los músculos, permite la movilidad y también contiene el sistema linfático que es vital para nuestro organismo, y la historia de cómo a las mujeres nos han hecho odiar la grasa, y qué pasaría si no la tuviéramos.Pues bien, las cicatrices se forman en ese órgano llamado piel. Es decir, son un daño a un órgano de nuestro cuerpo. Cuando perdemos la piel, ya sea por una herida, avulsión, machacamiento o quemadura, es urgente reponerla cuanto antes. Mucha gente que sufre quemaduras y muere por falla orgánica, es por deshidratación: la descompensación de electrolitos y temperatura por no tener piel sana es tal que produce la muerte. Por eso nos tienen que cubrir urgentemente con algo: a veces es piel sintética, a veces es piel de algún animal o de donación de cadáveres. Pero ninguna de esas coberturas es permanente, porque no se puede remplazar un órgano. Entonces, cuando las condiciones mejoran, nos cubren con nuestra propia piel: los famosos (auto)injertos de piel. Nunca serán iguales a la piel que teníamos antes, pero puede cumplir varias de las funciones más importantes, como cubrir de infecciones, regular el metabolismo… pero ya no tendrán glándulas ni folículos, y a veces no pueden producir melanina. Sobre todo, no tienen la misma elasticidad, porque les faltará el tejido subcutáneo. Las cicatrices son una respuesta de emergencia del cuerpo al notar que no tenemos piel o que está rota en algún lado. Corren, vuelan, se aceleran para cerrar esa grieta peligrosísima que deja entrada abierta a nuestro santuario a cualquier organismo que podría matarnos. Se acelera tanto, que envía toneladas de colágeno, y lo coloca de manera apresurada, desordenada. El tejido de la cicatriz no es igual al del resto de la piel: es más grueso, más rígido, no suda y no tiene folículos pilosos. Además, el tejido se cierra de adentro hacia afuera, entonces, cuando la herida es profunda, el tejido está adherido entre sí: las capas que normalmente son móviles y flexibles ahora están rígidas y pegadas. Cuando está todo junto, la movilidad se coarta. Además, las cicatrices son resultado de una daño en la cual usualmente también se dañan vasos sanguíneos y nervios. Entonces, la sensibilidad de la cicatriz suele ser diferente a la de la piel sana: puede no haber sensibilidad alguna, puede haber menos sensibilidad, sensibilidad alterada o demasiada sensibilidad. Esto puede querer decir que el tacto normal duela, que sea incómodo, o que sintamos algo que realmente no está sucediendo: hormigueo, toques, piquetes, el tacto mismo, o como si algún bichito caminara por nuestra piel. En el caso de la insensibilidad podría parecer que qué importa ¿para qué se necesita sensibilidad? Bueno, si no tuviéramos sentido del tacto no podríamos caminar, comer, tomar objetos con nuestras manos, para todo ello necesitamos sentir, sentir el piso, la comida, el objeto que tomamos… Pero tampoco podríamos prevenir grandes daños, porque la sensibilidad nos alerta de posibles peligros: sentir algo muy caliente hace que nos retiremos y así no nos quememos. Que si sentimos un pinchazo nos retiremos y evitemos que éste se haga más profundo. La sensibilidad al dolor nos indica que algo anda mal, la comezón y el ardor, también: los síntomas son la primera manera de saber que algo está mal en nuestro organismo. Para eso sirve el dolor. La sensibilidad al calor evita que nos quememos, la sensibilidad al dolor evita que nos hagamos más daño. Pero además, la sensibilidad es vital para las demás funciones, sentir frío o calor, presión, dolor, etc. Hace que actuemos en consecuencia para no dañarnos. Tampoco podemos sentir el tacto de una caricia, el agua tibia, una suave frazada, un abrazo o el pelaje de una gatita. Podría parecerles banal pero ¿se imaginan la vida sin el tacto? Además de todo esto, las cicatrices suelen doler, tirar y picar. Las cicatrices extensas generan fibrosis, y cuando están madurando, proceso que puede tardar más de un año, dan una increíble comezón y generan dolor. No me refiero sólo al dolor de la hipersensibilidad que les decía, o la sensación de toques que se produce cuando son tocadas… me refiero a dolor mismo en toda la cicatriz. Ardor, quemazón, punzadas que recorren toda el área. Como si te clavaran agujas, una, veinte o mil. Esos dolores te sorprenden a cualquier hora y en cualquier momento, te hacen sobresaltarte por lo intensos que son. Los nervios que se están regenerando, lanzan esos estímulos punzantes y dolorosos. Estos dolores pueden permanecer años después de la lesión original, y si el nervio no se regenera por completo, pueden durar toda la vida, al igual que la insensibilidad o la hipersensibilidad en la zona de la cicatriz.Pero vamos llegando a la pare más importante de este maravilloso órgano que es la piel y su regeneración. Además de que el proceso de regeneración es largo y doloroso, la piel sana no se recupera jamás. En las heridas extensas, en vez de piel, tendremos tejido cicatrizal que, como les decía, no tiene glándulas, no tiene sensibilidad normal -o ninguna sensibilidad- no tiene folículos, y sobre todo, no tiene flexibilidad. Esto podría parecer, de nuevo, banal. Esta idea de la piel tersa y flexible de la juventud. Pues bien ¿qué significa esto? Por un lado, que si la persona crece (cuando las heridas suceden a corta edad), la piel no crece. Esto genera deformidad en todas partes donde haya cicatrices, porque son como una rígida prisión inmóvil que no permite que el cuerpo crezca. Esto puede generar que varias partes del cuerpo sean inutilizables, como las manos, piernas, pies, brazos, cuello, boca, ojos. Sin flexibilidad en la piel, las personas con cicatrices en la boca, no pueden comer o hablar. No pueden mover el cuello, que a veces se queda fundido desde el pecho hasta la barbilla. Los dedos deformados no permiten usar las manos para nada. Los párpados fundidos no permiten abrir o cerrar los ojos. En mi caso, mis heridas no sucedieron cuando yo todavía estaba en crecimiento, sin embargo, al cubrir mi pierna ya sin la mitad del músculo y sin tejido subcutáneo, es como si hubieran forrado con egapack mi pierna. Con el tiempo, recuperé peso (perdí más de 20 kg en mi hospitalización) y recuperé músculo al volver a caminar y al realizar ejercicios de rehabilitación. Lo que sucedió entonces fue que mi pierna quedó como si hubiera sido amarrada por miles de cuerdas que no dejaban al tejido crecer. Inflamación, rigidez y dolor. Porque las cuerdas eran mi propia piel que también estaba siendo forzada a estirarse. Al existir tal presión, y al estar dañado el tejido y sin grasa que porta el sistema linfático, la circulación sanguínea estaba comprometida. Los líquidos y la sangre no podían fluir correctamente. Y por último, sin la flexibilidad de la piel tampoco podía doblar la rodilla. Fueron meses de dolorosos estiramientos para lograr caminar bien, para lograr la flexión de la rodilla. Que por cierto, al ser una articulación hecha para estar en movimiento, al estar apretada e inmóvil también se dañó. La insensibilidad en la piel me ha significado varios daños, lesiones y quemaduras ligeras al no darme cuenta de que algo me estaba cortando, lastimando o quemando. No hablaré de lo extraño que es no sentir la piel pero sí sentir el músculo y lo que eso significa al sentarse, acostarse o colocar algo sobre la pierna, porque eso parecerá, después de todo, una simple banalidad.Ahora bien: las cicatrices son una patología que implica dolor, mala función corporal, rigidez, inmovilidad y deformaciones, así como futuros riesgos a la salud. Las cicatrices pueden ser hermosas porque nos recuerdan lo maravilloso y rápido que es nuestro cuerpo para regenerarse, porque son nuestra historia, nuestros dolores, todo lo que hemos superado y lo que nos hace ser quienes somos, pero las cicatrices no son sólo lo que miramos desde fuera. Los insistentes discursos sobre que las cicatrices son hermosas no son más que parte del mismo discurso que nos reduce a seres para otros, seres para ser mirados desde fuera, que nos reduce únicamente a cómo nos vemos. Pero las cicatrices son un daño irreversible en nuestro cuerpo, y tratarlas es parte de recuperar la salud, no la belleza, como mucha gente cree.

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