El accidente

Capítulo 5. El dolor.

Hay una palabra para esas sensaciones corporales desagradables que nos provocan sentimientos horribles, que queremos dejar de sentirlas lo antes posible y que nos indican que algo anda mal en nuestro organismo. Le llaman dolor. Por supuesto que quien inventó esa palabra no era consciente de que existen tantos tipos de dolor como sensaciones en el cuerpo, como tipos de tejidos, formas de invadirlos y destruirlos. A veces nos dicen que hay dolor, ardor, punzadas, quemaduras, palpitaciones. Y los médicos inventaron preguntar en una escala del 1 al 10, siendo el 10 insoportable. Pero no. El dolor de cabeza de las migrañas que me daban con cierta frecuencia y que yo quería arrancarme la cabeza y sentía que me iba a explotar (y que yo consideraba de los peores dolores que he tenido en la vida) no tiene absolutamente nada que ver con el dolor de tener un hueso roto saliendo por tu brazo. El dolor de cuando me disloqué el codo y casi me desmayo por la intensidad del mismo, no tiene nada que ver con el dolor de que te hayan arrancado la piel y el tejido subcutáneo. O con el dolor de que te hayan tallado con cepillos cada milímetro de tu músculo para limpiarlo de piedras y tierra y luego te vuelvan a cerrar la piel encima. O con el dolor de no tener piel y que el médico te toque el músculo directamente. O el dolor de que te muevan de posición cuando tienes el músculo recién cosido. O el dolor de que tengas un clavo y unos tornillos atravesándote el hueso. O unas varillas que van desde tu hueso, pasan por tu músculo, tus tendones y luego salen de tu piel hasta la intemperie. O el dolor de que hayan usado una rayadora especial para quitarte piel del muslo y luego pegártela en el otro muslo. O el dolor de llevar tres meses posando sobre tu coxis y que la piel de la zona lumbar se abra. O el dolor de que tu rodilla se doble cuando tu muslo carece de piel. O el dolor de la columna punzándote porque llevas meses en la misma posición. O el dolor de que te metan un tubo a la yugular y lo hagan mal, y te lo vuelvan a meter, varias veces. O el dolor de tener los pulmones llenos de agua, no poder respirar y que sientas que tu espalda va a estallar. O el dolor de que te metan un tubo por la uretra, y tenerlo tanto tiempo que después sientas que estás orinando ácido sulfúrico. O el dolor de que te metan una aguja por la misma vena, todos los días, durante tres meses, aunque ya esté “ponchada”, porque no hay otra. O el dolor de que te metan un tubo de pvc por la garganta para que puedas respirar. O el dolor de que te metan dos tubos de pvc en cada pulmón para que no te mueras. O el dolor de que te quiten esos tubos sin anestesia. O el dolor de que te despeguen la piel del abdomen y la recorten para luego pegarla en donde no tenías piel. O el dolor de que te inyecten un líquido que arde como ácido en el estómago todos los días durante tres meses. O el dolor de que te pongan un catéter. El dolor de que te despeguen unas esponjas adheridas a tu músculo desnudo en tu cama, sin anestesia. El dolor de sentir que tu piel se está muriendo por una infección. El dolor de no poder comer nada por días y vomitar el vacío mismo que tienes en el estómago. el dolor de saber que tu cuerpo está en manos de personas que no te ven como una persona. O el dolor de saber que no puedes hacer nada por ti misma, ni decidir qué te van a hacer, cómo y cuándo. O el dolor de saber que tu familia está sufriendo sin poder hacer nada. O el dolor de saber que tu vida jamás volverá a ser igual. El dolor de no saber cuánto tiempo más estarás ahí. El dolor de no saber si algún día saldrás o ya no lo contarás y todo ese dolor fue en vano.

No, no son iguales. ¿Por qué sólo hay una palabra para el dolor? El dolor es lo que de forma más cruda y certera nos mantiene cien por ciento en el momento presente: el dolor no nos permite sentir absolutamente nada más, ni pensar en absolutamente nada más, lo invade todo. El dolor es autoritario, tiránico, dictatorial y absolutista. El dolor es omnipresente y omnipotente: por el dolor podemos hacer y dejar de hacer muchas cosas, con tal de no sentirlo. Podemos vivir y reaccionar en momentos inverosímiles para evitar el dolor, o morir para evitar sentirlo más. El dolor, a veces no está ubicado en ninguna parte y a la vez está en todas partes. El dolor emocional no es en absoluto diferente al dolor físico. El dolor es uno y a la vez son tantos. El desgarro, el terror, el no soportar más, el querer morir, el no poder siquiera gritar ni llorar, la parálisis, el temblor, el calor quemante, el peso, el ardor, las punzadas, los piquetes recorriéndolo todo, sentir que te estás derritiendo, que te estás partiendo en dos, que te estás deshaciendo en pedazos, que no puedes más, que prefieres morirte en ese instante que sentir más eso, que no es simplemente dolor, es algo más para lo cual no existe una palabra. ¿Será que es tan terrible que hemos preferido no nombrarlo? Sólo sé que el dolor es la continuidad de la muerte, lo que más nos acerca a ella y por lo mismo, también a la vida. El dolor es inevitable, necesario, inminente. El dolor es subjetivo y abrumadoramente objetivo, es individual y es social, es material e intangible, es una bestia que nos acecha permanentemente y jamás se irá. ¿Por qué no hay tratados enteros sobre el dolor -los dolores, sería más preciso decir-, será que queremos fingir que no existe, que no estará siempre en nuestras vidas? ¿Por qué no hay un amplio inventario de palabras que definan con precisión cada tipo de dolor existente?El dolor es algo en lo que el personal médico está tan sumergido que es totalmente ciego e indiferente ante él.

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