Ser fuerte / Romantización de las supervivientes
Nos dicen a las mujeres, que somos fuertes, que aguantamos el dolor, que aguantamos la tristeza, el enojo, la traición, el dolor, el infinito dolor. Que somos fuertes, admirables, fuertes como una roca porque soportamos toda la violencia, la ansiedad, el estrés: de vivir violencia sexual desde la infancia, de vivir acoso, injusticias, de tener que luchar el triple por obtener lo que un hombre tiene por sentado… Por sobrevivir al cáncer, al lupus, a la desaparición de nuestros seres queridos, al asesinato de nuestra hija, madre, hermana o amiga, a la violencia obstétrica, a un accidente de tránsito, a la negligencia médica, por sobrevivir a este sistema opresivo, violento, brutal… Nos cuelgan una cualidad admirable para evitar afrontar que estamos colocadas en un lugar en el que nadie quiere estar, en el que nadie debería estar.¿Qué pasa cuando nos dicen e insisten, como una enorme y admirable cualidad, en que somos fuertes? Nos llevan a una vorágine concéntrica de la incapacidad de mostrarnos vulnerables, de mostrarnos frágiles, de mostrar nuestra tristeza, desesperación, dolor, enojo, frustración, desamparo, agotamiento. No nos dejan salir de ahí: entre el relato repetido mil veces de que somos fuertes, soportamos, somos indestructibles, inderrumbables. No necesitamos apoyo. No debemos pedir ayuda. No podemos derrumbarnos y desear que nos sostengan, nos contengan, que nos abriguen en el regazo, nos canten, arruyen y nos digan que todo estará bien. Que no validen nuestras emociones de orfandad, de incomodidad, de ira, de rabia. Que no se permita que expresemos que estamos furiosas, desesperadas, que no queremos la vida que tenemos, que no queremos tener que luchar, pero mucho menos, queremos ser admiradas por tener que luchar.”Mujer bonita es la que lucha”. Bonita ¿por qué y para qué? Luchar ¿por qué y para qué? Porque vivimos en guerra y para sobrevivir. ¿Cómo podría eso ser una cualidad? ¿Cómo podría eso ser admirable, si luchar todos los días nos destroza, nos entristece, nos agota, nos enferma? Estamos sobreviviendo, porque no queremos morir. Por eso luchamos, porque no queremos morir. Y eso es supervivencia, sí, no es un elevado valor, ni una admirable cualidad. Quien decide no luchar más y dejar de vivir, entonces ¿es cobarde? No es admirable decidir dejar de luchar, de quebrarse el cuerpo y la vida por sobrevivir ¿por qué?La gente tiene terror a mirar su dolor, sus dolores, la posibilidad de vivir ella misma la tragedia, el despojo, la enfermedad, la muerte. Por eso enaltecen a quienes sobrevivimos, pensando que tenemos una fortaleza inquebrantable, también porque tienen terror de ver que somos personas como cualquiera, que no pedimos vivir lo que hemos vivido, que no somos diferentes ni con cualidades extraordinarias, y que por lo mismo, lo único que hacemos es adaptarnos a la vida que tenemos ahora, después de la enfermedad, la pérdida, el accidente, a veces podemos, a veces no. El saber que no somos fuertes, superiores ni admirables, implicaría saber que a ellos, a ellas, a todo mundo le puede pasar lo que nos pasó, y que así tal cual son, tendrán que arreglárselas para sobrevivir. Que no somos elegidas por un poder superior porque PODEMOS sobrellevar el dolor, que entonces, tú, y él, y ella, que creen no poder sobrellevar el dolor, también podrían tener que enfrentarlo, y así, con lo que tienen, intentar sobrevivir. No hay ningún superpoder en quienes sobrevivimos. No tenemos nada que tú no tengas. Así que: tal cual, con lo que llevas puesto, tendrías que sobrevivir.No somos fuertes por luchar: sólo estamos haciendo lo que necesitamos hacer para sobrevivir. La fortaleza la tenemos todas, ninguna más que otras, y surge cuando la necesitamos, no es una característica esencial a nosotras que siempre esté ahí. Es una herramienta de supervivencia, no nos define, no se contrapone a la debilidad, a la vulnerabilidad ni a nuestra necesidad de recibir ayuda cada vez que nos derrumbamos. Porque nos derrumbamos, todo el tiempo, y no queremos que nos admiren por sobrevivir al dolor ni por derrumbarnos en silencio para no molestar a nadie.