El accidente,  Sanar

Hoy siento

18 de mayo de 2023

Hoy es jueves 18 de mayo. Ese 18 de mayo era viernes. Hoy llueve. Ese viernes sólo estaba nublado. Hoy estoy abrumada por pendientes, varias actividades simultáneas y también planes que me motivan. Ese viernes, también. Hoy pienso en el futuro. Ese viernes también. Pero ese viernes, pensé que ese futuro no existiría más. Hoy vivo sabiendo que cualquier día todo termina, pero que mientras tanto, hay que disfrutarlo sin pensar en el final, sólo en el proceso.Ese viernes, a esta hora, yo estaba en una sala de urgencias, pensando que se me habían salido las vísceras y que no sobreviviría. Pensando que quizá prefería no sobrevivir, porque no quería soportar ni un segundo más ese inefable dolor. Pero a la vez deseando con todas mis ganas sobrevivir, porque me gustaba, me gusta estar viva. Me gusta sentir el viento alborotando mi cabello, los rayos de sol calentando mi piel, mi corazón empujando rítmicamente la sangre por todo mi cuerpo, escuchar música, escuchar la voz y la risa de todas las mujeres que amo. Caminar sin prisa, comer despacio, suspirar, acariciar a mi gatita, bailar hasta gotear de sudor. Dar clases y talleres y escuchar las experiencias de otras, sus reflexiones, sus dolores, alegrías y modos de ver el mundo. Me gusta amar mucho a todas quienes forman mi red de supervivencia -más bien, mi red de bienvivir-.Ese día mi vida cambió por completo y después de cinco años -que son mucho o muy poco tiempo, dependiendo de quién y cómo lo mire- tengo claro que mi vida, mi conciencia y mi cuerpa nunca volverán a ser las de antes, y estoy bien con eso. Me gusta más la Nadia que soy ahora, aunque no siempre me he gustado durante ese proceso. No pienso que he llegado a un punto fijo en mi evolución ni en mi sanación, pero pienso que, haciendo corte de caja el día de hoy, me gusta mucho esta etapa de mi devenir.No porque sea perfecta, porque no tenga dolores, problemas, angustias o dilemas, no porque no haya tensiones ni conflictos ni porque haya llegado a un punto clímax en mi existencia: simplemente porque acepto mi pasado, lo miro con la conciencia de que he aprendido infinitamente y de que todo lo que me ha pasado me ha forjado. Porque hoy sé en carne propia la necesidad de vivir el presente y de agradecer todas las maravillas que me rodean, más allá del cliché: y no diré que todo el tiempo vivo en el momento presente, pero sí todos los días, en muchos momentos, me detengo un momento y siento. SIENTO, algo que en occidente casi se nos ha olvidado en pos del pensar. Siento mi palpitar, siento mi respiración, siento mi peso, siento la temperatura, observo con detalle algo que jamás había notado antes y que siempre ha estado ahí. Me doy cuenta de cómo el vapor del café acaricia mis fosas nasales. Noto la contracción de la mitad de cuadríceps que aún me acompaña cuando subo una escalera, noto la sensación nunca antes conocida de tocar una cicatriz hipersensible o hiposensible. Siento la ritmicidad de los sonidos citadinos y el cantar de un ave cuando se posó justo afuera de mi ventana y no en el cable de luz. Siento cómo se contrae mi estómago cuando algo me conmueve y cómo el tacto de la amora, tibio y suave, eriza cada poro de mi piel. Siento y sentir es vivir. Sentir implica sentir dolor y sentir placer. Pero no hay otra manera de vivir: sin sentir sólo existimos sin dejar que la vida nos atraviese, expectando inmutables nuestra propia vida. Dejé de expectar y me empapé de vida, y eso es algo invaluable que agradezco infinitamente.Cinco años de altibajos y aprendizajes, a veces duros, otras veces dulces. Y esto no termina hoy: el viaje no acaba hasta que se acaba. Pero en esta pausa y escala, respiro hondo: estoy viva, sigo siendo yo y me gusta la vida.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *