Sanar.- Del latín sanāre. 1. verbo transitivo. Restituir a alguien la salud que había perdido. 2. verbo intransitivo. Recobrar la salud.
La RAE, en su escueta definición nos da, sin embargo, pistas de lo que es en su compleja amplitud el sanar: restituir, reconstruir, recobrar. Es algo que puede transitar de una persona a otra: hay sanadoras que sanan a alguien más, o algo que una hace con una misma, ella sanó, yo sané. ¿Por qué, entonces, aseguro que sanar es un camino permanente? ¿Nunca terminaremos de recobrar totalmente la salud? Pues bien: vivimos en un sistema en el que estamos expuestas a violencia sistemáticamente desde el momento en que nacemos hasta el momento en que morimos; violencia simbólica, física, económica, psicológica y sexual… también nuestro cuerpo está expuesto a la violencia del estrés, el ruido, la contaminación, la exposición a químicos, pesticidas, aditivos, metales pesados, fármacos y radiación de todo tipo ¡a los vehículos pesados que amenazan todos los días con aplastar nuestro cuerpo!
En este contexto, sanar es un camino permanente: toda nuestra vida necesitamos continuar empleando nuestras energías, intelecto, emociones, recursos y herramientas para sanar. Sanar física y emocionalmente (que no son dos universos separados, aunque solemos entenderlos como si lo estuvieran) es nuestra responsabilidad, porque no sólo estamos aquí para sobrevivir, sino para bienvivir: nos lo debemos a nosotras, a nuestras ancestras, a nuestras congéneres y a todo ser con quien convivimos mientras estemos vivas.
Sanar es un verbo: una acción permanente que hacemos todos los días. Es intransitivo, porque el cuerpo está hecho para sanar, tiene esa capacidad y esa potencialidad maravillosa, pero al mismo tiempo necesita de nuestra ayuda consciente para lograrlo mejor. También es transitivo, porque es igualmente algo colectivo: para sanar necesitamos de otras, y al sanar nosotras colaboramos en la sanación de quienes nos rodean.
Nuestra sanación depende de quienes nos rodean y de su sanación. Así como nadie es libre hasta que todas seamos libres, nadie sana hasta que todas sanemos. Es, por ello, un proceso de vida, de nuestra vida y de la vida colectiva, conjunta. Podríamos verlo como algo frustrante que no tiene fin, y entonces no tiene sentido pero, el único fin que conocemos las personas es la muerte y, sin embargo, la vida tiene sentido. Es el camino el que tiene sentido. La vida es el camino, y la vida es sanar. Es un camino de aprendizaje, de crecimiento, de acompañamiento, de asombro a cada paso. Sanar, aunque un proceso inacabado, es un proceso vital, necesario, y porsupuesto, doloroso. Aceptar el dolor como parte de la vida es algo esencial para sanar. Abrazar el dolor como parte del ciclo vital, como algo que viene y va, pero que no debe instalarse como sufrimiento. Pero la sanación es también placentera, fortalecedora y revitalizante, asombrosa y maravillosa, digna de ser compartida.
Quizá es doloroso aceptarlo, pero hemos sido rotas, todas las mujeres, de una u otra forma. No debía ser así, pero es. Partiendo de esa realidad, aceptando esa realidad, nos queda transitar juntas, nunca más solas ni en silencio, este camino permanente de sanar.